martes, 3 de agosto de 2010

Tema x tema: Espejos, Andrés Ciro y Los Persas...



  Voto cantado. Habiendo escuchado, repasado casi sin querer y alienado mis posibilidades de oír alguna banda con su liderazgo en los 90 y 2000,  me remito a querer destacar, por motu propio y casi sin sugerencias, ciertas virtudes de algunas nuevas yerbas del siempre sorprendente cantautor. No lo nombro en estas líneas por una coherente y sincera razón: no provocar nuevas alienaciones, salve Dios a los radioescuchas. Voy a terminar tanto preámbulo sólo para ponerme a tono con el disco a criticar, que no anda con vueltas y seguramente ha de haber sacudido y habrá de sacudir a cualquier desprevenido y prejuicioso rocker del siglo XXI. 

Comparto la lista y algo personal…

Antes y después: ¿que podíamos esperar de un primer tema? Creo que no adivinarían: riff tranqui, armonías tal vez al mejor estilo post-2004 de los Piojos al igual que su decantado estribillo y cambios de ritmo. Una letra coherente, llena de amabilidad y ánimos unificadores, condenada a ser corte de difusión. Amable.

Servidor: lírica amenazante, literalmente ambigua. Primeros coqueteos con Vaughan y Springsteen en las melodías, ese estribillo acefálico, entre otras cosas, lo atestigua. Armónicas, vientos y un final que recuerda desde Chubby Checker hasta un tal Ciro, de El Palomar. Destacable.

Insisto: criterios de balada, temática amorosa, irresistible para cualquier teen y una instrumentación que apoya al constant concept histórico del autor. Odiable, pero eficaz.

Espejos: arranca como para no envidiarle nada a ninguna banda psicodélica de los 60. Casi decae, casi la perdemos en el pasaje siempre tan crítico entre el segundo y tercer minuto de canción, pero no decepciona y se ubica, con su letra surrealista y melancólica, al tope de la consideración artística, modestia opinión. Rara, como encendida.

Banda de garage: llegó el rock callejero a la placa. Rompe los moldes  y se lanza sobre una temprana y –por qué no- esperada aparición del rock and roll clásico. Al mejor estilo Ac/Dc o el Kiss de los 70, se eleva tempestuoso, gracias a esta moderna y tarareable rocka al frente. Dura y concisa.

Vas a bailar: himno a la libertad. Antisistemática y consejera visión acompañada de rasguidos tenues y melodiosos pases, que envuelven hasta al más escéptico de la mística soft-rock. Equilibrada.

Rockabilly para siempre: el momento aparte que necesitaba el disco. Lírica entre corrientes sensuales y mucha vida nocturna, y un estribillo recordable y pogueable. Blues y rock al palo –que recuerdan musicalmente sus andanzas noventosas- dan forma a este pseudo twist que invita a 
bailar hasta al menos rollinga. Apreciable.

Blues de la ventana: más B.B. King que Zeppelin, este blues-rhythm and blues 
tipo lamento americano demuestra la capacidad vocal y adaptativa del muchacho del oeste.
 “Sé que no soy digno de tu sociedad, yo no tengo un auto que haga suspirar”. Suficiente. 

Chucu-chu: entre circense y Texana, se lanza esta ironía en forma de blusito con coros casi burlones y todo. Invita a abandonar el tren –nunca mejor dicho-, pero guiña un ojo y desemboca en lo que todos esperábamos: rock and roll y fiebre. Simpática.

Paso a paso: reggae que propone reconstrucción y unión –¿qué más podría proponer?-, voces acordes al estilo y cierta prolijidad que enerva, así como también evidencia la madurez de interpretación y producción. Doble faz para una composición simple y reflexiva, con Miki Rodríguez acompañando en voz y coros. Interesante.

Ruidos: paradójica y esquizofrénica rolla bien down. Onírica, observadora y temerosa letra que pide permiso entre tanta canción hipócrita de hoy. Define como ninguna el fin de un ciclo, la peste del exceso y la debilidad de un ser que aparentemente rasca la alfombra antes de dormir. Audaz.

Noche de hoy: volvió la noche al foco y con ella, un riff de armónica altamente adictivo. Al mejor estilo Chac tu chac, se lanza este rnr irreverente y casi sin más ideas que escupir deseos y sensaciones hasta que amanezca. O hasta que el disco se ralle. 

Malambo para Luca: detallado homenaje, pasaje hacia el más acá en imágenes sueltas 
de la vida del gran frontman italiano fallecido en 1987. Esperable dedicatoria que aún no se 
había hecho papel y lápiz en el repertorio histórico de Andrés. “Viniste de tan lejos, amapolas 
en la sien, con perfume de ginebra, te dormiste hecho Gardel”. Emocionante. 

Blues del gato sarnoso: eléctrica fábula que luce como un buen cierre para el disco, aunque no lo sea. Agresiva pero empática, lanza en algo más de cuatro minutos y medio una historia fácil de entender y relacionar con cualquier viejo gato sarnoso de alguna barriada porteña.

Qué aguanten los trapos.: batucada final…
 
Puntuaciones deliberadas

Rock latino: 20%
Estribillos: 50%
Sinceridad: 70%
Perfil bajo: 80%
  
Descarga…….

3 comentarios:

  1. el disco me parecio bueno, me gusto...quizas no es lo mejor...pero el arte del cd si esta barbarooo!

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  2. Es un desastre; espejo de la decadencia cultural que vivimos y la absoluta mercantilización de la música. Sólo se rescata el tema que titula el disco.
    Igualmente supera a Cordera.

    Martín Tesouro

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