martes, 17 de agosto de 2010

Desde las cavernas prog: Color Humano 3...

    De repente empecé a escarbar en mi discoteca, y no sabía bien para qué lado agarrar, para qué estilo, idioma, o concepto abstracto o lineal encarar…Desemboco siempre en lo mismo más o menos: un audio que me alcance para cubrir la tarde, noche o mañana en la que me encuentro, sin necesidad de teléfonos, meriendas soleadas o cualquier otra distracción vana. Y acá estoy, sentado frente a la PC, sirviéndole en bandeja mi orgullo y devoción a notas, músicos y productores -que son como los managers de los boxeadores, para algún desprevenido-, al menos en este caso. ¿Por qué? Porque hubo una época mágica, más independiente –¿suena a concepto amplio, no?-, y lo es. Lo es como lo eran las maravillosas tertulias progresivas de los viejos Supertramp, las baladas lisérgicas del mejor Génesis y hasta un punto determinado también las de Scorpions, y mas acá, Crucis o Almendra. Los nombro porque estoy convencido de que en este país tan increíble que tenemos hubo gente que se sintió determinado artísticamente por estas bestias del virtuosismo y tan adaptados -como a medida- al contexto en que se hallaron a si mismos. Gracias Edelmiro y compañía –¿Rafanelli yMoro son merecedores del mote de compañía?- por algo así. “Quizás caiga en la calle manchada, es inútil, yo también soy tierra que ocupo en casas de luz”, poesía surrealista pincela el comienzo del disco en “Hombre de las cumbres”, dando una vaga idea de lo que vendrá, o tal vez no. Arroja: “Estoy tan cansado, que me voy a suicidar mañana por la noche. Si mi abuela me deja, me voy a suicidar mañana por la noche” y claro, nos deja boquiabiertos a la espera de una resolución o explicación, y no solo a nivel métrico, sino también esperando un seguidilla tipo La Biblia de Vox Dei o algún pasaje de The Wall. Pero no, el ex-Almendra no nos da el gusto. Casi lo perdemos entre los paisajes, minutos más tarde en “A través de los inviernos”, donde esboza: “Alguien te ha dicho que he decidido marcharme al norte con mis hijos, mis guitarras, y que allá lejos seré más feliz”. Para nada tímido, delineando una modalidad tan progresiva y agresiva que se asentaría mas adelante en “Hace casi dos mil años”, lamento prolífico, si los hay, que nos deja pensando y tarareando como con miedo, o intrigados: “No puede ser que con agua se lave la sangre, pero si lo estoy notando, vale decir que ya no se irá”. Aparece “Cosas rusticas”, -sí, ese mismo- ese cover semi blusero a cargo de La Renga a partir de principios de los 90, que nos lava la cara con algo menos inquisitivo aclarando “Ven al agua que despide olores dulces, cubren tu cuerpo mis resinas suaves”. Es un punto y aparte conceptual aparentemente, pero no se detiene y arrebata a su modo y con las armas que tiene, ahondando en dos o tres matices más. Nos toma casi por sorpresa con un blues-rock mucho mas desprolijo y extenso cuando suenan los acordes de “Las historias que tengo“. Lanzándonos cara a cara vicisitudes diversas; “Las historias que tengo ya cocidas en mi espalda hacen de mi locura el concierto final (…) este cazador busca su alimento”, demoledores confesiones que yacen amenazantes ante un soberbio final. “Vestidos de agua están los duendes que te hablan cuando tu piel no esta...”, intenta sacarnos una sonrisa poco clara entre voladas llanuras bonaerenses y algún poema de amor bastardo. Y no cesa en el final de este track de rematar nuestras ganas de escuchar el disco nuevamente en busca de más poesías impecables e inconexas: “cada vez que te miro aumenta mi ilusión”. ¿Entendieron algo? Ojalá que más que yo.


Guitarras: 90%
Cuelgues: 70%
Letras: 8 puntos
Defensa del mote de progresivo: 100 %


DESCARGA....



http://www.mediafire.com/?twmz4tzkmkh


lunes, 9 de agosto de 2010

Del voto al blog: Despedazado por mil partes, La Renga...



  Un disco plagado de canciones conocidas y tarareables a veces puede resultar molesto, verse trillado por la extensa radiodifusión o bien, por parecerse métrica, lírica o intencionalmente al menos, a algún trabajo de la banda famosa que se les ocurra. Pero atención, ocurren hitos en todo país musical, y este es el caso de uno de ellos en nuestra patria criolla.
  Sin mordaza existencial ni grandes composiciones pero con mucha abundancia cancionera, esta banda del oeste de la Capital federal venía ya forjando su humilde camino editando cassettes, marcando una tendencia estética –casi nula- y llenando algún que otro club de la City porteña. Con tan solo dos placas en las bateas, lograron colmar el mítico Estadio Obras Sanitarias, tan conocido y ansiado por todos.
  Nos ocupa aquella nueva producción, la que mostrase o debería mostrar evolución –positiva o negativa- de cada grupo en su esencia, temática o producción artístico-ejecutiva de cara a un tercer disco oficial.
  Rocker desde su más honda intención y ejecución, Despedazado por mil partes se convirtió rápidamente en un disco de culto en nuestro país, en base a once tracks concisos y con gran rotación radial de allí en adelante. ¿Una novedad? casi. Pues en materia de rock al frente, solo el autogestionado Patricio Rey había logrado, aún así y aunque escasamente, en esos años aparecer en FM, entre tantos éxitos de Lerner, Patricia Sosa y alguna que otra aparición del gran Spinetta. Lindante discográficamente con el Tercer Arco Piojoso, el segundo de Almafuerte y aquel encuentro Sabina-Páez, este CD se encontró con un nuevamente propicio underground que, al igual que en los 80 con Riff, dio albergue a semejante concurrencia de una banda de rock y hard rock.
  Se dejaba leer entre estas líneas la palabra “hit” para denominar ciertos pasajes de este disco, notablemente influenciado al igual que los restantes por bandas tan geográficamente disímiles como Los Redondos o Grateful Dead, por nombrar algunas, y creo que la idea se apoya sola.
  Para cerrar, compaginar y contextualizar me parece justo destacar cuatro de los más viciados y bendecidos con el conocimiento público. “El final es en donde partí”, existencial y frenética recorrida barrial en busca de respuestas que liman incesantemente el carácter del autor y lo trasladan hacia un plano concreto entre la locura y un libro de Aristóteles. “Balada del diablo y la muerte”, una metáfora ebria y desconsolada acerca de un fluido diálogo entre dos potencias, que sin siquiera dudarlo se ponen a destacar las vicisitudes de la humanidad, afectando así al cantautor omnisciente que se reúne con ellos en una esquina. “Lo frágil de la locura”, un viaje lejos de casa para comprender lo humilde y lógica que puede ser una propuesta distinta a nivel socio-cultural, un amanecer de cara al sol y un cambio súbito de mirada, ya menos egocéntrica y a conciencia. “Hablando de la libertad”, tema de cierre del álbum y de esta crónica; preciso, con un concepto libertario ajustado a una realidad que se multiplica y lo seguirá  haciendo a lo largo de éstas ultimas dos décadas, sobretodo en la parcialidad no-conservadora en nuestro país: “Morir queriendo ser libre, encontrar mi lado salvaje, ponerle alas a mi destino, romper los dientes de este engranaje”.



Ficha técnica

Rock al palo: 80 %
Cover: 9 puntos (“Veneno”, de La Negra)
Claridad conceptual: 100 %
Ganas de llenar estadios: ¡todas!


Descargalo, chango...

martes, 3 de agosto de 2010

Tema x tema: Espejos, Andrés Ciro y Los Persas...



  Voto cantado. Habiendo escuchado, repasado casi sin querer y alienado mis posibilidades de oír alguna banda con su liderazgo en los 90 y 2000,  me remito a querer destacar, por motu propio y casi sin sugerencias, ciertas virtudes de algunas nuevas yerbas del siempre sorprendente cantautor. No lo nombro en estas líneas por una coherente y sincera razón: no provocar nuevas alienaciones, salve Dios a los radioescuchas. Voy a terminar tanto preámbulo sólo para ponerme a tono con el disco a criticar, que no anda con vueltas y seguramente ha de haber sacudido y habrá de sacudir a cualquier desprevenido y prejuicioso rocker del siglo XXI. 

Comparto la lista y algo personal…

Antes y después: ¿que podíamos esperar de un primer tema? Creo que no adivinarían: riff tranqui, armonías tal vez al mejor estilo post-2004 de los Piojos al igual que su decantado estribillo y cambios de ritmo. Una letra coherente, llena de amabilidad y ánimos unificadores, condenada a ser corte de difusión. Amable.

Servidor: lírica amenazante, literalmente ambigua. Primeros coqueteos con Vaughan y Springsteen en las melodías, ese estribillo acefálico, entre otras cosas, lo atestigua. Armónicas, vientos y un final que recuerda desde Chubby Checker hasta un tal Ciro, de El Palomar. Destacable.

Insisto: criterios de balada, temática amorosa, irresistible para cualquier teen y una instrumentación que apoya al constant concept histórico del autor. Odiable, pero eficaz.

Espejos: arranca como para no envidiarle nada a ninguna banda psicodélica de los 60. Casi decae, casi la perdemos en el pasaje siempre tan crítico entre el segundo y tercer minuto de canción, pero no decepciona y se ubica, con su letra surrealista y melancólica, al tope de la consideración artística, modestia opinión. Rara, como encendida.

Banda de garage: llegó el rock callejero a la placa. Rompe los moldes  y se lanza sobre una temprana y –por qué no- esperada aparición del rock and roll clásico. Al mejor estilo Ac/Dc o el Kiss de los 70, se eleva tempestuoso, gracias a esta moderna y tarareable rocka al frente. Dura y concisa.

Vas a bailar: himno a la libertad. Antisistemática y consejera visión acompañada de rasguidos tenues y melodiosos pases, que envuelven hasta al más escéptico de la mística soft-rock. Equilibrada.

Rockabilly para siempre: el momento aparte que necesitaba el disco. Lírica entre corrientes sensuales y mucha vida nocturna, y un estribillo recordable y pogueable. Blues y rock al palo –que recuerdan musicalmente sus andanzas noventosas- dan forma a este pseudo twist que invita a 
bailar hasta al menos rollinga. Apreciable.

Blues de la ventana: más B.B. King que Zeppelin, este blues-rhythm and blues 
tipo lamento americano demuestra la capacidad vocal y adaptativa del muchacho del oeste.
 “Sé que no soy digno de tu sociedad, yo no tengo un auto que haga suspirar”. Suficiente. 

Chucu-chu: entre circense y Texana, se lanza esta ironía en forma de blusito con coros casi burlones y todo. Invita a abandonar el tren –nunca mejor dicho-, pero guiña un ojo y desemboca en lo que todos esperábamos: rock and roll y fiebre. Simpática.

Paso a paso: reggae que propone reconstrucción y unión –¿qué más podría proponer?-, voces acordes al estilo y cierta prolijidad que enerva, así como también evidencia la madurez de interpretación y producción. Doble faz para una composición simple y reflexiva, con Miki Rodríguez acompañando en voz y coros. Interesante.

Ruidos: paradójica y esquizofrénica rolla bien down. Onírica, observadora y temerosa letra que pide permiso entre tanta canción hipócrita de hoy. Define como ninguna el fin de un ciclo, la peste del exceso y la debilidad de un ser que aparentemente rasca la alfombra antes de dormir. Audaz.

Noche de hoy: volvió la noche al foco y con ella, un riff de armónica altamente adictivo. Al mejor estilo Chac tu chac, se lanza este rnr irreverente y casi sin más ideas que escupir deseos y sensaciones hasta que amanezca. O hasta que el disco se ralle. 

Malambo para Luca: detallado homenaje, pasaje hacia el más acá en imágenes sueltas 
de la vida del gran frontman italiano fallecido en 1987. Esperable dedicatoria que aún no se 
había hecho papel y lápiz en el repertorio histórico de Andrés. “Viniste de tan lejos, amapolas 
en la sien, con perfume de ginebra, te dormiste hecho Gardel”. Emocionante. 

Blues del gato sarnoso: eléctrica fábula que luce como un buen cierre para el disco, aunque no lo sea. Agresiva pero empática, lanza en algo más de cuatro minutos y medio una historia fácil de entender y relacionar con cualquier viejo gato sarnoso de alguna barriada porteña.

Qué aguanten los trapos.: batucada final…
 
Puntuaciones deliberadas

Rock latino: 20%
Estribillos: 50%
Sinceridad: 70%
Perfil bajo: 80%
  
Descarga…….